LA HISTÓRICA CALLE JAEN



La calle Jaen debe su nombre al prócer de la revolución, Apolinar Jaen, quien luchó junto a Pedro Domingo Murillo en la gesta libertaria del 16 de julio de 1809.

La Jaén inicia en la calle Obispo Indaburu y se alarga hasta la calle Sucre. Es la calle colonial más conservada en la ciudad de Nuestra Señora de La Paz y muestra en sus viviendas la arquitectura de los siglos XVIII y XIX.



Una de las construcciones más conservadas es "La Casa de Murillo", hogar del héroe de la revolución, y que hoy forma parte del circuito de museos que se hallan en la Jaen.

Otros atractivos que ofrece esta calle histórica son el Museo del Oro y Metales Preciosos, el de Instrumentos Folklóricos, el Museo de la Coca, el de Etnografía y Folklore y el del Pacífico, entre otros.



Además a lo largo de su pedregoso recorrido se encuentra una gran variedad de pub's y restaurantes que ofrecen espectáculos folclóricos con danzas y grupos autóctonos, y una gastronomía que varía desde la culinaria paceña tradicional, hasta los mejores platos "gourmet" internacionales.

En una calle con tanta historia, no podía faltar el misticismo y los relatos de sus habitantes, relacionados con hechos que escapan a la razón humana. Una de estas tramas que datan desde quien sabe cuando, es el de la cruz verde y un alma que pena aún hoy.


Antonio Paredes-Candia, describe con gran detalle esta historia: “Dicen que todas las noches, desde las doce, sentada en una silla de Caracato, luciendo una cabellera muy blanca, aguardaba a que pasaran los incautos. Siempre se encontraba hilando lana de alpaca unas veces y otras simulando tejer una bufanda que como el lienzo que bordaba Penélope, nunca se concluía.

Cuando un hombre ebrio se atrevía a enfrentarle o un ingenuo cruzarle en su camino, la viejecita con señas muy tiernas y palabras almibaradas les atraía, y con los hilos anticipadamente dispuestos, les enredaba hasta matarlos por asfixia.

Muchas fueron las víctimas que al día siguiente se encontraban sin vida en aquel recodo; razón para que gentes supersticiosas colgarán de la pared una cruz de color verde que tenía por objeto ahuyentar a la súcubo, cruz que hoy aún está a la vista del paceño transeúnte y que es para él sólo un adorno ingenuo del tiempo pretérito.”
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